Un, dos, tres... ordenas tú.

Cuando llueve recorro con el dedo las gotas de lluvia en el cristal, es un entretenimiento para el que no es necesario pensar y relaja muchísimo (probadlo). Una vez me decido por la gota “especial” me gusta seguir su recorrido, hasta que “muere” en el filo del marco de aluminio frío e insensible que la abandona a su suerte... Estaba ensimismada en esta tarea cuando suena un fastidioso ruido:
¡el móvil! Dichoso aparato tecnológico sin el que no podemos pasar, pero que a veces nos dan ganas de enviar “donde picó el pollo” y este momento era una de esas veces, me sentía tan a gusto que de buena gana lo hubiese tirado por la ventana, pero... mi ojo derecho me jugó una mala pasada, se desvió y la información llegó a mi cerebro: Momento de pausa, ¡has de contestar!
En los segundos transcurridos entre el abandono de mi placentera actividad y el descolgar el teléfono me sentí la persona más esclava del mundo: Un, dos, tres... ordenas tú.

(16/03/11)

Un descoloque colocado...



Me llevas de un descoloque a otro
Están descolocados los recuerdos en la cómoda,
el paraguas negro en el rincón,
los zapatos puntiagudos bajo la cama,
y hasta la colcha sobre el colchón.

Me llevas de un descoloque a otro
Están descolocados los días rojos del calendario
se me antojan de seguido seis de fiesta,
como siete laborales estando de vacaciones.

Me llevas de un descoloque a otro
recordando tus palabras hechas poesía,
rescatando tus escuálidos versos
entre las brasas bajo las cenizas.

Me llevas de un descoloque a otro aún mayor,
paseando entre tus manos
mi cintura en el salón,
y aunque termina la música
seguimos danzando tú y yo...

(14/03/11)